Consternado

Bandera de Japón

Hay momentos que no comprendo la fascinación,  admiración y el asombro con que la literatura occidental y la cultura de estos lados en general describe el extremo oriente del mundo, lo percibo como un esfuerzo deliberado, exagerado y de larga data por ilustrar a las masas globalizadas lo único, lo especial y lo particular de las sociedades  japonesas, indias, chinas o asiáticas en general y lo autónomo/auténtico en la generación de cultura de todas ellas.

Es comprensible que los relatos de Marco Polo por la ruta de la seda sea un registro novedoso para los europeos, dueños del conocimiento en el siglo 13, pues la ignorancia endémica de estos acerca de estas culturas era conocida. Diego de Pantoja en el siglo XVII hizo conocer a España  las costumbres, paisajes y estructuras sociales de la China imperial a través de la empresa evangelizadora jesuita. En el siglo 18 el arte de la opera nos trae el drama de Madame Buterfflay y las imbricaciones complejas del sistema social japonés. Incluso en pleno siglo 20 un par de series de televisión impactan al mundo con la descripción de las estrictas reglas de la guerra y las artes marciales en el oriente extremo, estas son Shogún y Kung-fu.

Existen también aquellos que desde América Latina se esfuerzan por acercarnos el caudal informativo de una zona del mundo tan «desconocida y remota» para nuestro conocimiento que se necesita la poesía de Paz, los relatos de Carrera Andrade o las imágenes reveladoras de Aurelio Asiain para construir un imaginario acertado y verosímil.

Para mi son tan humanos como nosotros, han producido y producen cultura tan única como sus pares africanos y son tan referentes culturales como cualquier otra sociedad, pues comparten los mismos genes que el resto de la humanidad y lograron crear formas de comunicación a través de la generación de códigos lingüísticos. En América Latina está comprobado que su influencia en los pueblos precolombinos fue de tal magnitud que la navegación, la teoría de la guerra, la producción agrícola, la contextura física e incluso la forma de mirar al cielo y tratar de encontrar a los dioses allí, son parte del entramado cultural heredado oralmente y visualmente desde el extremo oriente y la polinesia

No soy Neruda ni tampoco Paz, pero si soy humano y un lector empedernido y creo que la riqueza conceptual de las iconografias del japonés, la belleza del arte  chino y las relajantes notas de la música hindú tienen equivalente valor con la escritura maya, el arte del Señor de Sipán y la música mapuche. Para mi no hay asombro ni admiración extrema, solo el goce intelectual y estético de las artes que nos muestran una cosmovisión desde el otro extremo el planeta tierra de unos seres tan mortales como nosotros.

Literatura, Galápagos y el Caribe

Playa principal Isla San Cristóbal

Voy a comenzar este escrito con una experiencia personal. Jamás pensé que al subir hacia la meseta de la Isla San Cristóbal en el Archipiélago de las Galápagos iba a encontrar un mundo completamente distinto del que 10 minutos atrás dejamos en la playa principal del pueblo, que estaba llena de la parafernalia modernista del turismo de crucero. Nos internamos en un complejo sistema productivo agrícola dominado por afuerinos o también llamados colonos, mestizos del continente o extranjeros rubios y de ojos azules, que dueños de la tierra y de la economía, han impuesto un orden cultural distinto, exógeno al archipiélago y casi calcado el sistema agro-exportador de la costa continental ecuatoriana muy bien descrito en la novela «A la costa» de Luis A. Martinez, escrita el año 1904 del siglo pasado.

Una experiencia similar tuvo la autora argentina Graciela Maglia con la Isla San Andrés, que solo al subir hacia el entramado geográfico de la isla descubrió un mundo social completamente distinto a la vorágine occidental del turismo de playa. Vislumbró una realidad que es particular de la cultura caribeña y posible de encontrar en cada una de las antillas. Este imaginario colectivo (palabra trillada hasta el hartazgo) lo hizo posible una literatura emergente en las islas, que a través de sus poetas y cantores, mantuvieron el corazón de una cultura afro, completamente desterritorializada y mimetizada con los nativos locales y todas las influencias culturales de la empresa de conquista, la colonial y finalmente la criolla.

Siempre hubo una voz en el trópico que logró describir estas historias y hacerlas poesía o canción, en creol, papiamento o el sin fin de versiones locales de las grandes lenguas mundiales. El arte lo llevan en la sangre dice el saber popular y para otro personaje que bajo una perspectiva austral se pude acercar un poco a estos mundos a través de los texto, que  como fotografías del tiempo, bajo una perspectiva de rigor teórico se pueden analizar desde lo comunicacional-semiótico, pasando por lo cultural hasta lo sintáctico-semántico.

Que riqueza de cualidades y que sin fin de opciones de análisis en esta maraña de encrucijadas. Al hacer el parangón con las Galápagos, solo veo oscuridad, censura y silencio de todas esas historias que todavía están por contarse, todos esos análisis que están todavía por hacerse, toda una literatura que todavía no se escribe, no se devela ni se publica. La huella del conquistador desde hace 500 años ha estado presente en la meseta isleña, a la espera que esa conciencia de resistencia desde el ámbito local explote y se propague como un río de lava por los campos de San Cristóbal

Martí y la decolonialidad

José Martí

La América Latina que conocemos y que nos tiene concentrados en conocerla a través de las distintas esferas de la máquina cultura, siempre ha estado ávida de apropiarse de lo nuevo, especialmente la América Latina criolla, nacional y post-colonial, embuida en el espíritu de un proceso largo y premeditado de transculturación, donde la centralidad es lo europeo y la realidad se interpreta a través de ese filtro. La mirada periférica desde la otra América Latina, aquella que busca recuperar el sentido de la segunda persona plural americana, que es el nosotros tiene como razón de ser sacudirse de la colonialidad y recuperar ese espacio social que permita establecer una identidad como latinoamericanos.

Que trascendente este proyecto de sacudirnos de una identidad  extranjera y  ajena a la realidad propia. Tal como se titula este blog, crear un logos original desde el sur del mundo con el objetivo de legitimar una forma de pensamiento original latinoamericano. Este logos es el que finalmente genera cultura y por lo tanto identidad. El europeo es humano porque es occidental, no piensa en esto porque tiene más de 7 mil años de pensamiento crítico que lo avalan en esta aspiración por aproximarse a su ser. Los latinoamericanos estamos recién en el inicio de darnos cuenta de quienes somos.

Este pensarse desde el Abya-yala es el principio de la generación de un compromiso de sus propios habitantes, pues si no hay conocimiento de lo propio, pues no habrá algo que ligue intrínsecamente a su población, muchos de ellos herederos de una multiculturización que ha convertido al continente en una síntesis inacabada del logos occidental, por eso la urgencia en decolonizar para crear ese nuevo logos latinoamericano.

José Martí tiene la palabra precisa en su conocido ensayo Nuestra América, establece el punto de partida de este re-conocimiento, de la decolonización, de este mirarse a uno mismo, de este reconstruir historias, literaturas, narraciones y poesía a partir del pensamiento americano. El principio de todo es consolidar una pedagogía latinoamericana: «una nueva educación  en base a un proyecto político orientado a la  necesidad de  consolidar la independencia y liberación del hombre y la mujer  de Nuestra América».

No todo lo que brilla es oro

Bernardo de Balbuena

Oro y plata fueron los metales que la conquista se encargó de recolectar para la corona española a través de la economía de extracción de minerales en la América recién descubierta, esta urgencia de cruzar metales por el océano se debió a la crisis económica que se produjo en la península en el Siglo XVII. Según estudios expuestos por Fernández Albadalejo, la deuda externa de la monarquía crecía de modo galopante tras el establecimiento de redes mercantiles dominadas por los holandeses, ingleses e italianos, donde los reinos de Castilla, Aragón y Andalucía seguían con un modelo de producción ruralizado, feudal y arcaico, quedando rezagados y desprovistos del liderazgo de esta nueva dinámica económica, precursora del capitalismo.

Esta admiración por los tesoros creó un ensimismamiento profundo en la sociedad peninsular que sin más que un traspaso de información real como ficticia, se dejo fascinar y actuó con el frenesí de los cautivos y encandilados por el oro de la leyenda del Dorado. Me huele a una actitud ingenua y muy renacentistas de todos aquellos que vinieron al «nuevo mundo» a hacerse la América en busca de oro, ciudades perdidas y combinaciones para la piedra filosofal de los alquimistas.

Si bien el Dorado todavía lo andamos buscando, y ahora con la ensoñación de europeos y americanos, también es cierto que la ceguera que el metal produjo en la empresa de la conquista y la colonia, no pudo cerrar los ojos de algunos que vinieron por otros motivos, que se maravillaron por otras razones y cruzaron el Atlántico de vuelta llevando otro tipo de bienes, esos aportes a la construcción de la idea de América y por que no decirlo de la misma España también, que después de la conquista, ya no fue la misma España que antes.

Por ejemplo Bernardo de Balbuena con su grandeza mexicana, inauguró los estudios transatlánticos de manera formal. Estas dinámicas de época se transforman en una muestra certera de la  comunicación transatlántica en cuestión de traspaso de cultura organizacional y  herencia de cultura literaria, donde Europa se replica en América en la formación de redes sociales. Toda la carga de obligaciones y relaciones dentro del circuito de producción literaria de España se trasladó a América, puntualizando que a este lado del Atlántico las escalas de los mercados para la industria y producción cultural eran reducidas y primitivas tras un siglo de conquista y existían pocas personas con credenciales para poder escribir y menos todavía para ejercer como mecenas.

Concluyo diciendo que si bien el significado de el Dorado es disperso, para mi personalmente, el Dorado que vinieron buscando los otros españoles, el Dorado cultural también ejerció su influencia a través de los siglos, donde brilló más que el mismo oro que extrajeron desde suelo americano.

Latinoamérica sale al mundo

Autores del boom latinoamericano

Pocos elementos ha aportado América Latina como conjunto al devenir intelectual global, si bien hay procesos históricos relevantes en esta parte del mundo, a nivel de conceptos es escaso  el aporte. Pero, puedo afirmar que hay dos puntos que se destacan, que brillan por sí solos en la evolución histórica latinoamericana, uno es el concepto de la guerrilla revolucionaria, creado a partir de las inquietudes políticas de grupos de izquierda embadurnados por los grandes procesos revolucionarios mundiales como la revolución rusa y china, mucho más canónicos en sus fondos y formas que las revoluciones llevadas a cabo en castellano.

El otro punto es el boom literario latinoamericano, que puso por fin a América Latina en el mapa intelectual mundial, luego de casi 500 años de historia reconocida tras la llegada de los españoles a América. ¿Qué lo hace especial dentro de la compleja trama de narrativas modernas?, tiene características propias, historias propias, personajes y héroes reconocidos como latinoamericanos, textos y relatos escritos con un castellano más tropical, más suelto, asume codificaciones dentro de un completo sistema de signos comprensibles para quienes viven y construyen esta realidad. Los entramados más íntimos son un reflejo de la realidad que cualquier latinoamericano o habitante del mundo puede leer y codificar y sentirse o no identificados. Lo real maravillo, el realismo mágico y la ficción histórica no son más que las máscaras mediáticas para darle nombre y lo más importante, darle una imagen al fenómeno en los medios.

La legitimación en la esfera intelectual, a pesar de lo variopinto de los comentarios a favor y contra del proceso en si mismo, comienza con lo que Donoso tilda como «internacionalización», y aquí me cabe una reflexión  ¿acaso no hubo producción anterior en la región digna de ser mencionada o estudiada como un proceso relevante? y ¡claro que la hubo! y he ahí uno de los puntos que me lleva a pensar que sin un proceso de mediatización, de marketing salvaje  no habría surgido esta explosión creativa que remeció el alma literaria de América. Los elementos que propiciaron esta «venta» se pueden analizar en dos aspectos, primero y aprovechando que el «ojo de Sauron» estaba mirando hacia América Latina gracias a los nacientes procesos revolucionarios y la comunicación permanente con las dictaduras militares manejadas desde Mordor, regímenes  que entraron con sangre en la historia política de la región. Ante este hecho cualquier texto producido desde las elites intelectuales, generalmente de izquierda, llevó en si mismo la sospecha de manifestar una voz contestataria hacia el poder y por supuesto hacia el modelo político en disputa a nivel global.

Y segundo: el carácter identitario atribuido  al boom. Es un proceso eminentemente criollo, los escritores eran todos mestizos y profesionales formados en el sistema nacional en sus respectivos países, algunos provenían de las elites aristocráticas y otros del populacho. El boom fue el primer fenómeno relevante a nivel intelectual tras la independencia de los estados americanos, asunto que comenzó con Rubén Darío y las vanguardias a inicios del siglo y como tal mereció el reconocimiento regional y mundial, por eso el énfasis en tomarlo como modelo a seguir, incluso tiene eslabones perdidos y tardíos como Roberto Bolaños.  Y un tercer elemento surge tras estas dos apreciaciones, la polémica. Cualquier tema, proceso, hecho u acto que conlleve un contraste de ideas, disputas, peleas o intercambio de opiniones, al menos en América Latina produce un estallido de bandos y una guerra mediática que se libra tanto en los medios como en la academia,  sin desmerecer por supuesto los enfrentamientos boxísticos entre referentes como Vargas Llosa y García Márquez.

La vida es un charlestón

Baile del Charlestón

La buena música y una parte de la literatura de calidad ha sido escrita por los descendientes de Africa regados por el mundo gracias a la diáspora que forzó a una gran cantidad de africanos a vivir la esclavitud y con ello el sometimiento, la esclavitud y la humillación tan bien retratada por Carpentier en su novela ambientada en los albores del siglo 19 «El reino de este mundo». Pero me quiero de tener en un estilo de música y baile que llamó la atención del chileno José Donoso en su cuento «Charlestón» (1960). Este estilo popularizado en la postguerra del gran conflicto mundial europeo fue el charlestón, cuyo origen estuvo en la comunidad negra del sur de Estados Unidos.

Tras tres siglos de dominación blanca los negros norteamericanos comenzaron a generar una revolución musical que devino en la aparición del jazz, el blues y también el cherlestón, que es una melodía festiva con pasos de baile muy osados en su ejecución para la época en los años 20. Este desahogo cultural y social se propagó a nivel mundial siendo el ritmo musical y danza más popular en esa época.

Donoso recoge esa vorágine musical en la historia de tres muchachos de clase baja chilena de aquellos años que en un sinfín de correrías donde se mezclan la juerga, la relación de amistad y compromiso a través de la ingesta de vino esas típicas demostraciones de lealtad entre amigos de una edad y condición social parecidas. Irrumpe en este cuando un personaje que vino a cambiar radicalmente sus vidas, era un gordo danzante del Charlestón, quién en un arrebato de locura y amor propio, decidió literalmente bailar hasta morir en uno de esos bares perdidos de los suburbios de Santiago.

Desenfrenado y descontrolado por el efecto del vino, se gastó hasta el último centavo en la rockola del bar poniendo canción tras canción de las más populares melodías del charlestón, que trajo a la existencia del gordo un sensación de éxtasis, de jolgorio espiritual, donde se jugaba la redención de su alma y el perdón de sus pecados no solo por la demostración de dominio del baile, sino por la demostración al entorno social de aquel minuto que él era ser humano tal como todos y que destacaba en algo, que existía y dejaba existir al resto a través de ese frenesí. Además aquellos parroquianos podían ser expectadores de su felicidad, de su contento, de su redención en la música y la danza y así mismo sucedió pues cayó vencido por su propio cuerpo y quedó inerte, muerto haciendo del charlestón la última voluntad real de su vida.

Asi mismo sucedió con la población negra en América, que buscó en las artes y especialmente en la música y la literatura un canal de expresión de sus más íntimos pensamientos y emociones. Sentimientos estos que hablan de libertad, de naturaleza y lo más importante, de ganas de ser alguien, de ganarse el derecho a existir.

De caracterizaciones y evangelizaciones

Fray Bartolomé de las Casas

De tanto escribir, estudiar y analizar el tema de la evangelización americana y sus resultados tras 500 años de evolución de este proceso, la consecuencias han sido consideradas nefastas y han recibido la condena por parte del movimiento intelectual indígena, pues se les forzó a digerir la fe católica, so pretexto de mantener el estatus de seres humanos.

La crónica oficial monárquica decía que los habitantes de América eran bárbaros, caníbales y seres humanos de última categoría, seres sin alma y sin fe. Esta negativa adjetivación que tuvieron los conquistadores con la población local en un principio, influenciados por la idea clásica de bárbaro, que fue un legado cultural de los romanos, también fue utilizado por los peninsulares y criollos para referirse a los indios, argumentando que eran seres infrahumanos y por lo tanto transables como esclavos o utilizables como mano de obra para la empresa de extracción de metales preciosos o peones de las grandes haciendas agrícolas.

Aparte de procurar alcanzar el alma aborigen, el proyecto de conquista, tan instrumental y pragmático, trajo consigo también el macro-proyecto civilizatorio, por el cual se comenzó a educar y civilizar a los indígenas americanos con los valores y principios europeos. Esto coincide con la visión del filósofo Bolívar Echeverría, quien plantea que ese primer proceso de globalización moderna en el siglo XVI con el descubrimiento del Nuevo Mundo, armoniza con una crisis civilizatoria que produjo la aparición posterior de la modernidad capitalista a nivel global. Los valores europeos estaban en crisis y que mejor que replantearlos a través de esta nueva experiencia en un nuevo hemisferio por explorar e influenciar, con millones de salvajes por civilizar.

Para matizar este punto se debe puntualizar que hay un sacerdote que vino en el periodo inicial de la conquista civilizatoria, quien fue un americanista, indigenista y cronista de una época de barbarie conquistadora y escribió relatos que levantan la imagen de los «vencidos». El Fraile Bartolomé de Las Casas fue el iniciador de la cruzada por la dignidad del indio americano, desde el Virreinato de Nueva España elaboró un plan de comunicación que plantaba que el aborigen tenía características de belleza física, inteligencia y moralidad, por lo tanto no cabe incluirlo en la clasificación aristotélica de esclavos por naturaleza, ni era lícito apoderarse de sus tierras y explotar su trabajo.

¿Vencidos?

Lautaro

Lautaro, líder militar mapuche

Dentro de la lógica occidental europea, aquellos que son derrotados militarmente por un ejército son declarados vencidos, sometidos y humillados, la herencia romana y bárbara en este aspecto tiene un cúmulo de pruebas que la historiografía ha desnudado.En el caso de las guerras en este lado del Atlántico, en México, los vencidos eran «honrados» como ofrendas para los dioses. Mucho después al ofrecer la resistencia debida al conquistador, la derrota militar fue parte de un proceso de sometimiento «a la europea» que duro siglos.

En términos americanos, la victoria militar española no logró someter el componente cultural y especialmente el desarrollo del pensamiento y tradición ancestrales. Por eso me cuestiono el concepto de «vencidos», especialmente en Mesoamérica, cuna de brillantes civilizaciones. Ante esto es necesario puntualizar algunos aspectos del trabajo historiográfico para la mejor comprensión del análisis de análisis literaria y la identidad indígena en la literatura mesoamericana.

La historiografía criolla canónica construyeron una historia de América bajo el sesgo de la visión hispana y del proyecto nacional criollo desarrollado a partir de las independencias, o sea, han fijado sus trabajos en el levantamiento de una historia monocultural con un idioma y una historia, dejando de lado toda la riqueza multicultural existente en el territorio que comprende al imperio azteca y maya.

Con la premisa de utilizar otro tipo de fuentes que incluyen los relatos orales de los ancianos y el trabajo de campo en las comunidades nativas, historiadores con otro enfoque han reconstruido una historia de los pueblos indígenas diferente del relato oficial, caracterizados estos trabajos por ser indigenistas y originales.

Huidobro y Neruda…urbe y provincia

Pablo Neruda / Vicente Huidobro

Me voy a centrar en la relación histórica, por no decirlo,casi apócrifa entre la ciudad y el campo, lo urbano y lo rural, el centro y la periferia, la capital y la provincia en el ámbito de las producciones literarias, al menos en el país donde registré domicilio por el más largo tiempo. Esto en relación a una proposición de Rama donde «propone separar las literaturas producidas en las grandes urbes y con gran posibilidad de influenciarse por la modernidad transnacionalizadora y la literatura producida en las ciudades provincianas, impregnada de usos rurales, estas literaturas heterogéneas, que tienen textura occidental, pero donde subyacen formas de conciencia y voces nativas.

Esta idea tiene asidero en el estudio de la producción literaria nacional en Chile durante el siglo XX, que bajo la influencia de la tradicion hispana, francesa e inglesa se estructuró en Santiago, la capital, una escuela literaria eurocentrista que tuvo a su gran lumbrera en Vicente Huidobro y una multitud de seguidores que bajo el sello del creacionismo del poeta chileno, sembraron de tinta los cielos de la centenaria república.

Ante esta avasalladora aplanadora europeizante tuvo que irrumpir un provinciano de Temuco, que en silencio e impregando de la lluvia, del canto ceremonioso de los mapuche, y el costumbrismo campesino del sur de Chile, revolucionó las letras del pais austral con su voz monótona y comprometida. Pablo Neruda fue el fiel representante de las minorías sociales, étnicas e intelectuales, que con su concepto de lo «telúrico», lo «terrenal» y lo «americano» llego a escribir de su pluma el reconocido «sube a nacer conmigo hermano» en su Canto General, que en palabras de Theodorakis es «the «bible» of Latin America, is a great hymn to the nature and humanity of a continent, its heroes and its insurrections and struggles against its oppressors, the tyrants, the dictatorships of «flies».

Sin ser parte del folklore nacional, sino de una amplia conspiracion provinciana, se levantó un canto revolucionario, una voz que imprimió nuevos brios a la produccion literaria chilena, que tuvo también a la poetisa Gabriela Mistral como pionera y no solo en el ámbito de las letras sino tambien en la música con Violeta Parra, otra mujer que desde Valparaíso escribió «Volver a los 17» y «Gracias a la vida».

Visiones contrapuestas, más auténticas en la construcción del ser nacional, hoterogéneas miradas que bajo el velo que aún bajo la formación hispana, lograron producir otras poesias, otras narraciones y otras canciones que iluminaron el cielo con su dulce esplendor.

A propósito de indígenas, indigenismos y canibalismos

Oswald de Andrade

A propósito de indigenismos, indigenistas e indígenas en la literatura latinoamericana, me vino a la memoria aquella novela del chileno Luis Sepúlveda: «El viejo que leía novelas de amor» y la relación entre el concepto de antropofagia del autor brasileño Oswald de Andrade y ésta narración, donde un hombre mestizo establece una representación continua de su vida como una lucha entre su formación en la cultura nativa indígena y su cosmovisión y la formación intelectual de los libros del sistema nacional mestizo.

El personaje principal es un anciano ecuatoriano, criado en el sistema agrícola de la serranía, pero de formación adulta en los secretos  existenciales de los indígenas huaoranis de la selva amazónica de este país sudamericano, quienes

lo tomaron como uno de los suyos y lo formaron por medio de la tradición oral desde el rito iniciático hasta lo más avanzado de la cultura de la caza en la selva. Luego este decidió pasar la vida en una aldea ribereña al lado de alguno de los grandes ríos de la jungla ecuatoriana del Oriente.

Por otro lado y complementario a ese conocimiento, tenía por costumbre el anciano devorar libros recomendados por algún profesor de primaria en la urbe de Guayaquil, gracias a este proceso logró reconocer los rasgos mestizos que subyacen en su ser. Los libros los leía y releía, masticando frases y deglutiendo su contenido, y lo mas interesante era la apropiación de aquellos contenidos a través de una digestión intelectual que llevaba meses, años y décadas, siendo sus favoritos los textos sobre historias románticas.

Llegó a ser el anciano una figura importante dentro de su aldea, pues de tanto devorar libros, pasó a ser el remanente intelectual de la comunidad, aparte de ser un fiel seguidor de las tradiciones indígenas de respeto al medio ambiente y al ecosistema. Gran construcción simbólica de Sepúlveda, quien siendo un habitante del sur del mundo,pudo plasmar con inteligencia y respecto al ser ecuatoriano a través de este anciano, que sin duda pasa a ser un elemento simbólico y de representación de dos visiones de mundo, de dos formas de hacer una sintaxis, una semántica y una pragmática social en América.